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27 agosto 2015

LA LIDIA (BREVE HISTORIA DE UN CONCEPTO) Jorge V. Sáez

La definición de lidiar, del latín, litigāre, batallar, pelear con el toro incitándolo y esquivando sus acometidas hasta darle muerte. La lidia es el conjunto de acciones y suertes que se realizan con los toros en el ruedo de una plaza de toros, según unas normas regladas y ordenadas, desde que sale éste por el chiquero hasta que se le da muerte a estoque por un matador. A excepción que si se consideran lidiados, los toros indultados en las plazas de toros, y los jugados en Portugal aunque no se les de muerte.

No obstante aunque no se puede considerar lidiado al toro ni en las capeas, ni en las tientas ni en los festejos populares. Por razón del estudio del origen de las palabras mediante investigación de su significado original, este vocablo pudo sufrir cambios en el transcurso del tiempo, lo que se denomina evolución diacrónica. Inicialmente el concepto lidiar era mucho más amplio e impreciso que el actual. Analizando las primeras disposiciones jurídicas sobre fiestas de toros, observamos que diferencian vagamente los distintos espectáculos limitándose a la práctica de una serie de juegos y suertes difícilmente definibles, se habla entonces tan sólo de correr, lidiar y matar toros, como tres acciones distintas. Los Fueros, Ordenanzas y Acuerdos municipales recogen esos mismos términos y otros como garrochar, acanyissar, capear o alançar, sin precisar en qué consistían. Así por ejemplo Las Partidas de Alfonso X el Sabio, reflejan que en aquella época había diversas maneras de lidiar toros, una, la que llevaba a cabo el pueblo corriéndolos, por probar su fuerza, sobre las muchas variantes que se podían ensayar, y junto a ella, cuando lo hacían por dinero, es decir de forma semiprofesional. Por tanto el concepto lidia en aquel entonces se usaba indistintamente al referirse a una u otra modalidad.

El espectáculo continúa su proceso de evolución desde las primitivas corridas populares. Se trataría de festejos mixtos, en los cuales intervenían tanto lidiadores de a pie, que ejecutarían diversas suertes y recortes que no implicaban la muerte del animal, como otros ejecutando una lidia que sí supondría la muerte del toro mediante lanzada. Aunque todavía no estaban fijadas las leyes de la lidia poco a poco se iban consolidado algunas prácticas, como la muerte del toro. Respecto a las suertes, como ya vimos, en su etapa inicial del siglo XIII al XVI, la suerte central fue la lanzada, forma de lidiar que se distanciaba de las primitivas suertes aplicadas en los juegos taurinos populares.

Frente al concepto lúdico tradicional de la lidia basado en la técnica del salto, del regate y del quiebro, y cuya finalidad no estaba determinada por la muerte del animal, ahora adquiere mayor relevancia una nueva concepción de la lidia en la cual el toro es considerado un enemigo que para ser dominado requiere una estrategia adecuada, y en la que su muerte se convierte en la suerte más lucida y meritoria. Se hacían necesarias, pues, nuevas preceptivas que compendiaran, regularizadas, las experiencias de los lidiadores más habilidosos. Para conseguir ese fin, se estudian las condiciones y características de los toros, el manejo de la capa, el concepto de cargar la suerte, de los terrenos, se describen las suertes y se explica el uso de un nuevo instrumento para la lidia que es la muleta. Ya no era, pues, la encarnizada lidia con un bruto irracional, sino que se iba convirtiendo en un espectáculo donde las reglas del arte permitían el lucimiento de los diestros y el disfrute de los espectadores.


En el siglo XVIII, al afianzarse el toreo de a pie como espectáculo en plaza, los nuevos protagonistas de la fiesta, gentes de clase popular, también quisieron plasmar por escrito su concepto de la lidia y las reglas del nuevo espectáculo. Siguiendo el ejemplo de las anteriores reglamentaciones, intentaron ofrecer un modelo unificado y ordenado de espectáculo. Así José Delgado Pepe Hillo, en el Alfabeto de las voces y expresiones de la Tauromaquia ya define la lidia de una manera más precisa anotando que en las plazas, es el acto de jugar los toros, sobre unas reglas que lo argumentan como arte y dejarlo en posición de recibir la muerte en lo que debía ser su último acto. Con lo que se intenta corregir y separar la voz de aquella otra acepción que quedaba tras la expresión de correr los toros en el enfrentamiento hecho por los matatoros o el pueblo.

Como vemos el sentido caracterizado de este término evoluciona, asumiendo diversos matices en su significación. Por lo menos hasta finales del siglo XIII, e incluso desde el siglo anterior, el concepto de lidia se apoyó en el del juego entendido este como entretenimiento y diversión.

Algunas opiniones de escritores taurinos más recientes, coinciden en que la lidia es el acto de jugar los toros en plaza (Sánchez Neira y Pepe-Hillo) o el conjunto de suertes que se practican con él desde que sale del toril hasta que se arrastra (Silva de Aramburu y Cossío). Marceliano Ortiz Blasco, en Iniciación al arte del toreo, es cierto que todo lo que se realiza con el toro fuera del redondel no se le considera lidia, se llama faena, brega, trabajo, tienta, juego, suelta, exhibición. Gómez Pin en El culto al toro, diferencia los actos de culto (corrida de toros) de los actos lúdicos (festejos populares). En la lidia impera el orden (reglamentación) del toreo individual. Y el desorden (improvisación) en el toreo colectivo de las capeas y festejos populares.


Ateniéndonos a las actuales Reglamentaciones tanto nacionales como Autonómicas y las reguladoras de los festejos populares, los distintos espectáculos taurinos claramente quedan diferenciados los de lidia ordinaria, respecto a los de suelta de toros para fomento y recreo de la afición al que no lo consideran lidia.

Otro aspecto de la lidia del toro en la plaza respecto a la suelta del toro en la calle lo tenemos al referirnos al comportamiento del toro, especificando si se ha lidiado bien o mal y cual ha sido el resultado de la lidia. En los festejos populares y capeas hemos de hablar de buen resultado, buena exhibición, buena suelta o buen juego, nunca de buena o mala lidia. El toro da buen, regular o mal juego, y se le hace una buena, regular o mala lidia. No es correcto expresar que tal o cual toro ha dado buena lidia, en cualquier caso la lidia la realizan los lidiadores no el toro.

Como conclusión, así el viejo concepto de lidiar, mucho más ambiguo que el moderno y así, aunque en un principio la lidia de toros adquirió la doble condición de jugar los toros por el pueblo, donde lidiar se asemejaba a correr al toro pudiendo ser con o sin muerte, pasa más adelante a amparar el hecho de la nueva práctica, llevada a cabo ya por los toreros profesionales, que lo hacían bajo unas normas perfectamente definidas que se fueron imponiendo y dónde indefectiblemente se da muerte al toro. 

16 febrero 2015

LA INFLUENCIA DE LAS FINCAS DE CEBADERO EN EL COMPORTAMIENTO DEL TORO. II PARTE (Jorge V. Sáez)

En la amplitud del campo, el toro vive casi en casi plena libertad, come, pasea, hace deporte, dónde la vida es alegre, plácida llena de felicitad y a veces de disputa. También establecen sus jerarquías y se pelean con sus congéneres, y aunque peligrosas porque provocan bajas, tienen su parte positiva, ya que el toro aprende a luchar, se entrena echando un pulso a sus semejantes y haciendo ejercicio de patas y morrillo, teniendo a veces que huir y someterse a la ley del más fuerte, todo esto sucede porque dispone de espacios amplios, porque entre cuatro paredes, el sumiso, no puede huir, el vencedor no puede explayarse, en definitiva no puede desarrollar su propia personalidad como toro bravo, se le ablandan sus pezuñas, y lo que es peor, también su carácter, cambia su signo, y el comportamiento del toro pierde imprevisibilidad. En las fincas de cebadero está el toro demasiado manoseado, come a mesa y mantel y se pone gordo, porque lo importante de un toro no es el peso, es el trapío. Lo es también y mucho, su condición interior, es decir su carácter, su temperamento y su bravura, en definitiva se compromete su futuro desarrollo. No me vale que me digan los tratantes de ganado de cebadero, que los toros solo viven en corrales en la fase final de su vida, porque olvidan que esa etapa, es crucial y decisiva para su desarrollo, ya que su cercanía al día de su lidia o exhibición en la calle le condicionará sobremanera. Si me permiten un ejemplo, es como si ustedes, habiendo vivido toda su vida en su casa como reyes, con su tierra, su familia y sus gentes, llega un día en que le obligan al exilio, a ir a un país desconocido, una tierra que no es tuya, unas gentes, una cultura y un idioma que no conoces, es decir, te lo quitan todo, es como “vivir sin vivir” en una desdichada nueva subsistencia.

Insisto, en que el toro para poder desarrollar correctamente su instinto, necesita vivir tranquilo en el campo, sin injerencias del hombre, y cuanto menos manoseado mejor y como es lógico, entre cuatro paredes de una finca de cebadero esto no es posible, pero ¿que pasa?, que el toro en plena libertad, comiendo por el campo y haciendo ejercicio no engorda, no coge los kilos tan rápido y cuando los “ganaduros y cebadores” cayeron en la cuenta dijeron ¡un cuerno! el toro al corral y a engordar, que el pienso es caro y no estamos para tirarlo, y que ocurrió después, pues que el toro perdió ese SELLO ESPECIAL de antes, sin libertad, sin disputas por el careo, ni el descansadero, ni el sesteo, sin apetencias territoriales de dominio, se limitan a comer, beber y estercolar como “borregos de granja”, en definitiva no tienen ganas de embestir, ni querer coger a su enemigo, ni correr, ni pelearse con nadie, y cuando salen a la calle o a la plaza, se ahogan rápidamente, ¡manda huevos! y después nos quejamos.

Digamos a modo de resumen, que la receta clásica es clara y simple y es la que debiera aplicarse y se resume en, seleccionar bravura, vida y comida natural al aire libre, espacios abiertos, poco manoseo y cuatro años cumplidos. Siempre es mejor lo natural que lo artificial o por lo menos a mi así me lo parece. Así que tomen nota, peñas, ayuntamientos y comisiones de fiestas, que si queréis toros de verdad ir al CAMPO CAMPO de verdad, al ganadero que tiene vacas de vientre, que críe él sus toros de sus propias vacas, y nadie más que él, es el verdadero representante del ese TORO que con tanta ilusión esperáis. Que nadie dice que la crianza tradicional sea fácil, pero desde luego, infinitamente mejor que el criarlos en las malditas fincas de cebadero, que para mí, son un VERDADERO DISPARATE, dónde cuestiono el correcto desarrollo psicosomático del toro bravo.

30 enero 2015

ES NECESARIA UNA MAYOR PARTICIPACIÓN DEL AFICIONADO (Jorge V. Sáez)

Cuando uno oye que se van a reunir tal con cual para decidir algún asunto taurino trascendente, siempre hay un invitado del que se olvidan, siempre el mismo ausente ¡El Aficionado! tanto la administración como los taurinos cometen el incesante error una y otra vez.

En plena crisis y bajo la amenaza de las prohibiciones, con un preocupante descenso de festejos taurinos y un aumento de la monotonía, me planteo hacer una comparación de dos espectáculos taurinos distintos: los festejos mayores y los populares. La mala salud de los primeros y la buena con la que gozan los otros, mientras unos van para abajo y están en caída libre, los otros en cambio lo hacen en sentido opuesto, para arriba. Ojo porque el dato más relevante ya no es sólo el número de festejos que se dan en uno y otro, si no la afluencia de espectadores: ¿nadie se ha parado a  pensar por qué?. Cuando analizas en profundidad este fenómeno, te das cuenta que aún estando arraigados ambos espectáculos y gozar de la estima de buena parte de aficionados, hay un matiz significativo. Detrás de los festejos populares hay todo un entramado de aficionados involucrados en su organización y mantenimiento, que son el sostén del espectáculo. Esta dedicación directa que le profesan, provoca un contacto y un acercamiento que no se da en los demás festejos mayores y modestamente en mi opinión, es la clave de su éxito. Son muchas las personas que declaran que las entradas son caras y que llegan a aburrirse en las corridas de toros, en cambio sí pagan y gustosamente cuando se trata de comprar un toro para venerar las fiestas de su pueblo. Recordar que el amor verdadero igual que la buena salud, surge en los momentos difíciles, ahí es donde se aprecia su verdadera dimensión.


Es necesaria una apuesta decidida por el futuro haciendo partícipes a los propios espectadores (asociaciones de abonados, federaciones, clubes, peñas, aficionados, etc.) Algo así como un menú a la carta en el que el empresario ofrezca su oferta al consumidor para que este elija el de su gusto. Los futuros reglamentos deben regular este marco, pues solo se nos menciona testimonialmente.

Muchos aficionados han manifestado su voluntad y disposición para trabajar y ofrecer su apoyo en este sentido. Hay que escuchar a los aficionados y tomar conciencia de que es necesario involucrarles. Se debe facultar de alguna manera para que los empresarios puedan confeccionar los carteles junto a los aficionados, tanto para elegir las ganaderías y los encastes, como el plantel de toreros.

Hay muchos asuntos que resolver sobre la mesa y mucho en juego como para que la administración y los propios taurinos miren hacia otro lado. Espero que tomen conciencia de que es necesario que en esta cabalgata vayamos todos de la mano y no cada uno por su cuenta.

Ya es hora del relevo.

19 enero 2015

LA INFLUENCIA DE LAS FINCAS DE CEBADERO EN EL COMPORTAMIENTO DEL TORO. I PARTE (Jorge V. Sáez)

La moda de cebar a los toros en fincas de cebadero, es sin duda otro rasgo maléfico del sistema de criar toros como si fueran cerdos –con perdón-. Antes el toro era el señor de la dehesa, muchas hanegadas de tierra a su disposición, espacios abiertos de monte accidentado o plano donde corretear, árboles y peñas en que rascarse, hierba con que alimentarse, tierra con que frotarse y tirarse a los lomos, tapias en las que buscar abrigo, monte bajo para esconderse del sol o preparar emboscadas, umbrías para el verano y solaneras en las que tomar el Sol en invierno. Lugares recónditos donde encontrar intimidad y refugio, compañía de otros animales salvajes, que cuando el toro ni comía ni dormía, sencillamente se paseaba, en definitiva vida pura al aire libre. Todo esto y más, es lo que hacen o hacían los toros cuando vivían en libertad en el campo. Ahora la moda absurda de las fincas de cebadero, finca pequeña por lo general, acotada de tapias y llena hasta el colmo de boñigas frescas desata la ira de los toros.
                                   
Entiendo que ahora el toro tiene que venir muy preparado y es necesario ayudarle con piensos, pero eso si, debe ser racional, la alimentación a base de piensos compuestos artificiales, son muy buenos para las gallinas y los gorrinos, en los que tantos kilos de pienso equivalen a tantas docenas de huevos o tantos kilos de magro. Pero el toro bravo, es otra cosa señores, este tiene que desarrollar todo su potencial genético, podrá se bravo o manso, bonito o feo, pero lo importante, es que pueda desarrollar su bravura, y para ello necesita de espacios amplios y abiertos.

Antes la naturaleza, por el libre juego de las fuerza naturales, ponía al toro en su punto ideal, de hecho los toros criados en estado natural debían buscarse su sustento y competir por él. Frente al toro antiguo que comía hierba, pienso natural y pasaba sus penurias y crecía lentamente, ahora tenemos a los toros a mesa y mantel bien cebaditos desde chicos, que comen pienso compuesto, que viven al lado del pesebre como si fueran animales de engorde ¡Qué asco!.

El toro necesita tener poca grasa y mucho músculo, y por tanto, no debemos confundir la cría tradicional del toro, con el cebamiento del cochino, luego encima nos quejamos de que los toros valen mucho dinero y que no embisten, que se ahogan o mueren al salir a la calle o a la plaza, que no pueden respirar, en definitiva que no andan. Pero ¡caramba!, es que no valen un pepino. Me podrán decir que hay toros criados al estilo tradicional y en grandes fincas que tampoco andan, es cierto, pero esto es por falta de raza, que es otro tema de estudio aparte.


 Los toros a base de comer bien y pasearse por el campo, enrecian, es decir se hacen hombres. La vida plena en el campo y en contacto íntimo con la naturaleza, además aporta tosquedad y reciedumbre en el toro bravo, aspectos ambos positivos. En el campo saltan zanjas, arroyos, corren, sestean y retozan, no descubro nada nuevo. Permitirme un ejemplo, pregunten a sus abuelos y abuelas, si sabía igual el pollo y las gallinas de corral, que el “broiler” de granja actual, o comparen el cerdo ibérico puro criado en el campo y su jamón de bellota curado de forma natural, con el actual de granja y curado en secaderos artificiales. O el conejo de monte, que no solo es más listo, ágil y más fuerte que el de granja, sino que podrá gustar o no sabe distinto al paladar. Pienso que a los toros les pasa lo mismo; ¿por qué aceptamos esto?, y encima cuestan un dineral.

La influencia del hábitat en el toro bravo merece un estudio pormenorizado, el vivir en libertad o el tener que hacerlo recluido en un corral influye mucho en su comportamiento final. Se me viene a la mente un acontecimiento ocurrido en una finca ganadera, las vacas bravas que están a punto de parir, como sabréis buscan el sitio más resguardado, tranquilo y escondido, esto no es casualidad, tiene su sentido, tratan de proteger y esconder a su cría aún indefensa, mientras ellas salen a buscarse su sustento. Comentaba un ganadero que tenía unas vacas a punto de parir, encerradas temporalmente en un corral, pero acostumbradas a vivir en libertad, observaba, que cuando ya estaban a punto de parir, éstas prolongaban voluntariamente el parto esperando a que el vaquero les abriera la puerta del corral que daba a la libertad del campo. Campo, que nosotros le negamos encerrándolas entre cuatro paredes, esto explica que puestos a elegir las vacas prefieren el hábitat natural, que es el campo y que por sus muchos rincones, cobijos y recónditos lugares, las vacas buscan entre mata y mata, el lugar apropiado para dar a luz y que en un corral pequeño, por bonito y cómodo que sea para nosotros, no es el lugar que ellas escogen de forma natural. Lo mismo le ocurre al toro, cuando está en la dehesa en libertad, desarrolla adecuadamente su instinto de bravura y en la finca de cebadero lo pierde. No estoy diciendo que la crianza en fincas de cebadero amanse al toro, sino que lo que hace, caso de que la tenga, es menoscabar su bravura, es decir limita la manifestación correcta de la bravura.

En la dehesa las estaciones son estaciones, así en primavera y otoño carean la finca y se dan un buen verde, pasan calor en verano y frío en invierno, comen alcaceles y se crían con lentitud a base de hierba y pienso natural, como la buena cocina, que se hace a fuego lento. La belleza del campo bravo es inmensa, abundan la hierba, dónde los toros retozan, y entre el pasto y los toros, se entabla una lucha titánica de supervivencia, el toro para comérsela y la hierba rebrotando para no ser devorada. De esta manera los montes que están sometidos al diente del toro se conservan limpios y se previenen los tan temidos incendios. Deambulan junto a fresnos, quejigos, encinas, alcornoques, robles, saceras, bardagueras, pipirigallo, zarzas, jaras, etc., donde las patas del toro se traban, entre un colchón de hierba, donde los toros se rozan con las ramas de los árboles y aprenden a abrirse camino, dónde aparecen las flores en primavera y hojas caídas en otoño. En definitiva la inmensa belleza de la naturaleza se recrea con el toro, da igual la constitución geológica de la finca, sea alta o baja, llana o abrupta, tierra fuerte o blanda, pedregosa o de arena, húmeda o seca, caliente o fría. Hoy por desgracia, con las prisas está de moda la “olla exprés” es decir se prepara al toro rápidamente y esto es antinatural y se puede decir en voz alta, que la amplitud del campo con sus pastos naturales, siempre será mejor para el toro que no el malvivir cautivo en un corral de cebadero.  

El toro debe criarse como el príncipe de la dehesa y no como un prisionero encerrado entre las frías y agrias paredes de unos tétricos corrales.

07 enero 2015

EL TOREO A CABALLO, ¡CON TOROS EN PUNTAS! (Jorge V. Sáez)

Conjuntamente con la existencia de antiguos juegos y fiestas populares, en las que el protagonista era el toro, aparece el toreo caballeresco, concebido como espectáculo lúdico y entrenamiento militar. La más antigua suerte de toreo a caballo fue el alanceo, esta primitiva suerte ofrecía mucha emoción y entrañaba gran riesgo. Ya en pleno siglo XVI, comenzó a iniciarse otra manera de torear a caballo, más vistosa, más alegre y variada, el rejoneo. Avanza el siglo XVII y adquiere este arte su más brillante apogeo, la alta nobleza lo practica y constituye para ella un acto de honor.

A lo largo de la historia del toreo han brillado muchos rejoneadores que ejercitaban el toreo a caballo de manera brillante, es a partir de 1920 con la irrupción en los ruedos de Antonio Cañero, cuando el rejoneo se reglamentó siguiendo los mismos tercios que el toreo a pie.

Fig. 1 - Cañero en Madrid (1921)

Existe la creencia de que los toros que se destinan a rejones obligatoriamente han de estar despuntados, y que aunque de ordinario se ha venido haciendo así, conviene aclarar que las vigentes reglamentaciones autorizan a realizar el despuntado, pero no lo exigen obligatoriamente.

A riesgo de contravenir la norma actual imperante de disminuir el riesgo con el despuntando de los pitones, abogo por aumentar la relevancia de este espectáculo instando a que los toros para rejones salgan con sus defensas intactas.

Una cierta decadencia de los valores esenciales de la sociedad dificulta muchas veces su aprobación. Si anhelamos que los aspectos fundamentales de la tauromaquia, a pie o a caballo, enraícen en lo trascendente, aún cuando el excesivo realce del espectáculo “light”, en contra del fundamental, ¡defendamos una fiesta auténtica!.

El hecho de exigir la intangibilidad de las defensas de los toros de rejones, no ha de inscribirse en lo caprichoso, no es esta la cuestión de fondo. La necesidad actual de conservar los rasgos tauromáquicos más genuinos como valuarte de salvaguarda del futuro de la fiesta ocultando el peligro del toro manipulando sus defensas, en aras de proteger la sensibilidad del espectador y la integridad del caballo, es prescindir de lo esencial, denotando un absoluto desconocimiento de los patrones por los que se rige la propia naturaleza de la fiesta de los toros.

La diferencia entre el acto vulgar y el extraordinario, viene delimitado por la misma dificultad de ejecución de la acción. En la confrontación que supone la lidia, no caben las medianías, de ahí el que únicamente ante un toro íntegro, tenga justificación y valor el dominio que sobre él ejerza el caballista, sin desestimar otros factores para que la lidia conserve todo su auténtico carácter.

El cortar las puntas a los toros para rejones, sirve para disminuir el riesgo y buscar mayor facilidad y lucimiento en el ejercicio profesional. Uno de los rejoneadores más auténticos de todos los tiempos “Cañero” (1885-1952) lidiaba sus toros en puntas. Consideraba que el rejoneador debía evitar con destreza y pericia que el toro cogiera al caballo sin restarle peligro con el afeitado. Otro rejoneador Gregorio Moreno Pidal también rejoneó toros en puntas durante varios años en plazas importantes. En la actualidad el único rejoneador que se ha anunciado con toros en puntas es Sergio Vegas, que pese al percance del año 2011 esperemos prosiga en su intención.

Fig. 2 - Gregorio Moreno Pidal

La práctica tradicional del toreo ecuestre acabó convirtiéndose en una fiesta llena de colorido, cuyo carácter de espectáculo esta fuera de toda duda, y en la que la actitud transigente adoptada por un amplio sector de público, ha desvirtuado su sentido original. En los tiempos que corren no podemos permitir esta desvirtuación de lo auténtico, en favor de lo sucedáneo y que el toreo a caballo no sea considerado como arte menor, alejándose de la emoción que todo toreo debe promover.

Entiendo que el toreo de hoy no es el de antaño. Actualmente se lleva al caballo de frente y en el sentido direccional del toro, en terrenos más comprometidos, toreando más ajustado, y esto entraña más riesgos con un toro en puntas. Pero esa mayor perfección en el toreo a caballo lo ha permitido también el menor riesgo teórico que tienen los toros despuntados. En contraposición habría más riesgo, y mucha más emoción, es cierto que nadie quiere ver ningún caballo herido en el coso, pero el rejoneo con toros despuntados es un espectáculo que carece de las cualidades esenciales o las ha perdido en gran parte, resultando insulso.

MENOS CIRCO Y MÁS ESENCIA

El torear toros en puntas en definitiva demostraría efectivamente las cualidades de caballo y caballero y aportaría una indudable carga de seriedad y emoción al espectáculo, siendo positivo para la fiesta en general.

El tributo pagado por no atender a este primordial principio ha convertido al espectáculo actual del toreo a caballo en mero trance estético trivial, no carente de riesgo porque igualmente existe. Porqué si los toros son peligrosos aún estando despuntados, por qué no dejarlos en puntas que es su estado natural.

A pesar de lo indicado, no ha de extrañar en absoluto, que estemos asistiendo a una distorsión intencionada del espectáculo del toreo a caballo, a base de inculcar que la disminución del riesgo a favor de lo artístico. La serie de descabaladas ideas que uno oye a lo largo de su vida de aficionado, junto con la constante amenaza de los antitaurinos, es la principal razón para apostar por un espectáculo íntegro, que aporte la necesaria renovación que tanta falta nos hace.

El toro no debe bajo ningún concepto manipularse ni degradarse, no justifica afeitarlo para proteger al caballo de un accidente, es una cuestión de principios, un principio fundamental no puede ser aniquilado por otro principio de rango inferior. Por esta misma razón podríamos justificar el afeitado para las corridas de a pie amparándonos en la necesidad legítima de proteger la integridad del ser humano.

Fig. 3 - Sergio Vegas en Granada (2011)

En este artículo he querido dejar expuestas mis razones para defender la integridad del espectáculo del toreo a caballo, y me contentaría tan solo, para que sirvieran para hacernos reflexionar sobre el asunto, por lo menos para salvaguardar el futuro de la fiesta y empezar a valorar en serio del rejoneo cuando se respete al toro.

01 diciembre 2014

EL AFEITADO CONSENTIDO DE LOS TOROS (Jorge V. Sáez)

Como aficionado comprometido con la integridad de la fiesta y desde esta tribuna de la UTAC, me he animado a escribir estas líneas sobre un tema tan controvertido como es el afeitado de los toros y en los tiempos actuales del “cortesanismo barato”, escribir lo que uno piensa sin tapujos es casi un atrevimiento.

El afeitado, barbarie de los taurinos corruptos, es la práctica que consiste en recortar los pitones de los toros para hacerlos menos peligrosos reduciendo así, aunque sea mínimamente su riesgo a costa de perder éstos el sentido del tacto del pitón.

La estrategia de los afeitadores y sus partidarios consiste en hacer creer que el fraude es indemostrable. La administración no actúa porque no hay denuncias y no hay denuncias porque el aficionado no esta involucrado con la fiesta. Es por lo que desde la UTAC animamos a todos los aficionados ha denunciar con denuedo, con voz alta y clara esta denigrante práctica.

¿A quién beneficia el afeitado?. Exactamente no sabría responder a esta cuestión. Beneficia a varios, por una parte al torero por su menor riesgo teórico, además a más corridas más dinero. Por otra al ganadero, porque le ayuda a vender su mercancía. También al empresario porque le reduce costes a corto y largo plazo. Y por último al apoderado porque puede cobrar con más seguridad sus comisiones. Desde luego a quién no beneficia en absoluto es al público que paga, que es el primer perjudicado, pero… ¿no le interesa al empresario cuidar a su cliente?... y ¿a los toreros a sus seguidores…?.

Si a nadie beneficia como dicen los inductores, ¿por qué se hace?. Yo la verdad no lo sé y mientras tanto, la autoridad mantiene una actitud pasiva ante el fraude. Ahora que la Administración, parece “aunque por interés político” decidida a proteger la fiesta, es el momento para que se decida de una vez por todas a erradicar el fraude del afeitado, porque la fiesta corre peligro, sí ¡peligro de muerte...!

En palabras mismas de un ejecutor de esta operación, esto «está prohibido, pero todo el mundo lo hace».

Entre el rumor y la evidencia, cada temporada se cierra con una conclusión alarmante, muchos de los toros que saltan a los ruedos, no digo ya son sospechosos, porque nos hemos acostumbrado a utilizar esta frase hecha, si no que casi podemos afirmar que están afeitados. Aún admitiendo el margen de error de nuestro diagnostico, desde luego un indicio claro es que todos los toros salen prácticamente con los mismos pitones, cuando de siempre en la villa del señor, ha habido toros astifinos y astigordos. Los que como muchos de nosotros, llevamos desde pequeñitos viendo toros en los pueblos y plazas, estamos al tanto de lo que es un pitón íntegro de una res y por eso aseveramos nuestra afirmación, ¡se creen que somos gilipollas!, quieren hacernos creer lo que no es. Yo que soy profano en la materia, me cuesta creer que no exista un método de análisis eficaz y científico para demostrarlo.

Lo peor de todo es que contemplamos con absoluta frialdad como esta práctica campa a sus anchas y la autoridad mira hacia otro lado. Las premisas que el reglamento taurino vigente prevé para combatir el afeitado, es obvio que son insuficientes. Las técnicas para descubrir el afeitado se basan entre otras, en el examen externo del asta, que aunque proporciona estimables datos útiles para el diagnóstico necesita de otras pruebas que lo corroboren, entre ellas la biometría, que es el estudio de la relación de proporcionalidad entre la longitud total del asta y la de su parte maciza. Según R. Barga las longitudes medias de los cuernos de los toros van desde los 50 cm hasta los 24 cm y desde los 8,8 cm a los 6,4 cm de pitón respectivamente.

Según estudios estadísticos veterinarios esa relación entre la longitud media del cuerno y la del pitón, es aproximadamente de entre 1/5 y 1/7. El problema es que esta correlación puede variar según la individualización de cada res, en función de muchos factores como alimentación, climatología, edad, genética, encaste, sexo, patologías, hábitos, lesiones, etc. igual que todos nosotros no calzamos un 44 de pie, al toro le pasa lo mismo con los pitones. El reglamento no considerará fraude cuando la proporción asta-macizo sea de hasta 1/7 y así muchos toros evidentemente afeitados dan negativo. Y es por lo que cuestiono la validez de esa premisa, aunque los veterinarios expliquen que este análisis, se tiene que complementar con otras pruebas para catalogar a un toro como afeitado.


1) Toro íntegro con longitud media del cuerno de 45 cm. y 8,7 cm. de pitón, 45/7 = 6,42 cm. medida mínima legal que debe tener el pitón para no considerarse fraude, como tiene 8,7 cm. se puede cortar impunemente una parte.
Si acortan fraudulentamente el pitón 2 cm. la longitud total del cuerno ahora quedaría en 43 cm. y el pitón en 6,7 cm. al dividir 43/7 = 6,14 cm. como el toro ahora tiene 6,7 cm. está dentro del límite legal. Aún estando afeitado da negativo, por tanto se ha consumado el fraude.



2) Toro íntegro de Isaías y Tulio Vázquez


3) Toro íntegro cornicorto con longitud media del cuerno de 31 cm. y 7 cm. de pitón, 31/7 = 4,42 cm. medida mínima legal que debe tener el pitón para no considerarse fraude, como tiene 7 cm. le sobra y se puede cortar impunemente.
Si acortan fraudulentamente el pitón 3 cm. la longitud total del cuerno quedaría ahora en 28 cm. y el pitón en 4 cm. al dividir 28/7 = 4 cm como coincide. Esta dentro del límite legal. Aún estando afeitado da negativo, por tanto se ha consumado de nuevo el fraude.


4) ¿Toro en puntas o afeitado?


Como vemos con la prueba de la biometría claramente se consuma el fraude dando negativo en el contraanálisis.

Sé que es aún más nefasto que se merme la casta, la bravura y se reste emoción del toro, pero una cosa no quita a la otra. Es de recordar que para afeitar a un toro, primero hay que inmovilizarlo y ensogarlo, el toro se opone con todas sus fuerzas y se le quebranta, el toro sufre de lo lindo, forcejea, derrota, muge, suda, siente dolor, se le destroza física y psicológicamente y se siente impotente, sólo hay que ver la expresión de su cara, los ojos parece que se le salen de las órbitas. Mientras unas sucias manos humanas le quitan aquello que la naturaleza le dio para poder defenderse, el toro sale de la operación maltrecho, humillado, mutilado y dolorido... se ha consumado la orgía.

Los aficionados no somos tan incautos para creer que todos los toros deben salir astifinos y con las puntas buidas, de siempre han existido toros cornicortos, romos y astigordos y lidiarlos tal cual lo parió su madre es o debería ser lo correcto y que el peligro también lo tienen los toros mogones y despitorrados, pero el quid como digo, está en que no se manipulen los pitones fraudulentamente.

Desde hace años un buen número de toros de los que se lidian en las plazas de España son sometidos a manipulaciones que quebrantan su fuerza y modifican sus naturales defensas, empleándose para ello, incluso, procedimientos de innegable crueldad. Está en juego el prestigio y porvenir de la fiesta de los toros. Por ello y en atención a que las Autoridades gubernativas no consiguen, con los resortes que pone en sus manos los reglamentos protejan los derechos del público, la Utac insta a los aficionados, a las peñas, asociaciones taurinas, clubes, etc. que si de verdad aman la fiesta, que se atrevan a denunciar estos hechos, empezando por no dar coba a ganaderos, tratantes, empresarios y toreros que manifiestamente sean cómplices de semejante despropósito.

En el combate contra esta práctica malévola, tú también puedes hacer algo ¡participa ya! ¡Difunde! ¡Informa!... ¡Actúa!, tu neutralidad y tu silencio beneficia a los inductores, nunca a la víctima.

¡No debemos seguir mirando a otro lado! El reglamento es claro en cuanto a la INTEGRIDAD, y por eso quiero pedir, a quién convenga que se cambien los reglamentos taurinos de las diferentes Comunidades Autónomas, para que obligatoriamente se analicen las astas de al menos dos toros por corrida, en todas las plazas de 1ª, 2ª y 3ª categoría, petición que ya ha realizado la Unión Taurina de Abonados de Málaga (UTAMA) y la de Castellón (UTAC). Actualmente ante la sospecha de manipulación, es facultad del presidente el remitir los pitones a análisis. También pedimos que se elimine del actual reglamento, el sistema de relación antes señalado de 1/7 de proporción mínima que tiene que tener el pitón respecto a la longitud total del asta, por entender que no es fiable, ya que unas reses tienen más pitones que otras y distinta longitud de cuerno.

La solución ya no solo estaría en adoptar medidas de prevención, comprobación y castigo de los fraudes que acabo de comentar, podrían añadirse todavía algunas otras cautelas adicionales que, sin ir al corazón del problema, podrían contribuir indirectamente de un modo, quizás decisivo, a su solución. Me estoy refiriendo a medidas complementarias de naturaleza distinta a la sancionatoria o punitiva, por ejemplo la inhabilitación de toreros, ganaderos y empresarios incompatibilizando ser contratados o presentarse a concursos de plazas de toros.

Y por si fuera poco algo muy preocupante, que incide directamente en este progresivo deterioro de lo taurino, son los medios de comunicación que facilitan el camino de los trasgresores, sin respetar al que paga, al BENDITO PÚBLICO que al fin y al cabo es quien mantiene la fiesta.

20 octubre 2014

EL FUTURO DE LA FIESTA (Jorge V. Sáez)

Estos años atrás que nos dejan lo hacen con datos estadísticos catastróficos para el espectáculo taurino, muchos menos festejos, el IVA por las nubes, miles de cabezas de ganado al matadero, ganaderías que se extinguen. En las plazas de toros mucho cemento y poca gente joven, dudas y más dudas, la dichosa crisis no solo está en esto, la verdadera crisis de la fiesta está menoscabar los valores esenciales de la tauromaquia que desprovista de su elemento más puro, evapora la autenticidad del toreo.

La mayoría de los toros actuales tienen un patrón comportamental común, es decir son manejables, bondadosos, mansitos, que andan muy justos de fuerzas, abren la boca y jadean como perritos, se rajan y se apagan pronto, pero eso sí, no molestan al torero. Pero al espectador no le transmiten emoción y el que está sentado en el tendido se aburre y no acude más a la plaza. Comprobamos cómo la bravura y la casta han sido sustituidas por un concepto tan peligroso como la toreabilidad. La recuperación de la autenticidad del toro bravo es una imperante necesidad para salvar el espectáculo, mientras esto no cambie la tauromaquia tiene un futuro incierto aunque la declaren patrimonio de la humanidad, bien de interés cultural o chismes de estos, insisto “sin grano no hay granero”.

Me pregunto una y mil veces….

¿Que hace un torero de postín con un toro así? no encuentro la respuesta.
¿Es éste el toro que quieren los toreros?….ese no es el toro que a mi me enseñaron, un animal con fuerza, con poder, con casta que te pone el vello de punta cuando un torero es capaz de torearlo. 

Parece que la Tauromaquia actual ya no lo necesita: así nos va...
¿es este el toro que quieren los aficionados? o ¿es el que nos imponen…?
¿es este el toro que motiva a los jóvenes a ir a la plaza de toros? o ¿es motivo por el que desertar de las plazas?
¿es este el toro que permite el toreo bueno? o ¿el toreo bueno se hace con el toro de verdad…?
¿es este el toro que interesa a los aficionados que sustentan la fiesta? o interesará solo a los taurinos que son los que trincan de ella.
¿es este el toro que tiene futuro? o ¿es el que está echando a los públicos de las plazas?
¿es este el toro que quieren los taurinos? o ¿es el que les conviene a su bolsillo…?
¿es este el toro que da categoría a los toreros? o ¿es el que les quita…?
¿es este el toro que encumbra a los buenos toreros? o será el otro al que temen que les mande a casa…?

Los taurinos se olvidan que para el futuro de la fiesta el toro es fundamental, pero claro si hay toro y no hay torero aquello tampoco trasciende, es necesaria una conjunción para que no quede espacio para el aburrimiento. Como el alpinista que escala un pared vertical o el músico que compone una partitura compleja, cada segundo, cada minuto que pasa es un logro, es un éxito, por supuesto si uno escoge una meta trivial, si la pared es fácil de escalar o la partitura musical es demasiado simple para la categoría del músico, los espectadores se aburren soberanamente, el éxito en sí del torero no complace al espectador que paga. Es cierto que el toro auténticamente bravo requiere de un vigoroso esfuerzo físico, de una actividad mental altamente disciplinada, de una técnica depurada y de un valor descomunal, pero…. ¿queda otro camino?


La recuperación del interés por la Fiesta pasa por el rescate del toro y de su casta, por un cambio en el sistema en el que haya apoderados independientes, empresarios que solo sean gestores, toreros que se arrimen y que no impongan el toro comercial actual, aficionados que elijan los toros porque para eso pagan, ganaderos que críen el toro con criterios propios e independientes y no sean cooperadores de un montaje sin sentido, periodistas serios y honestos que defiendan la verdad.

Ya son cada vez más la voces que claman al cielo, ya es hora del cambio y la regeneración, ya estamos hartos…Sin la recuperación de la autenticidad de la fiesta esto se acaba, no hay futuro, porque sin el componente de riesgo y emoción el arte del toreo agoniza.