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30 enero 2015

ES NECESARIA UNA MAYOR PARTICIPACIÓN DEL AFICIONADO (Jorge V. Sáez)

Cuando uno oye que se van a reunir tal con cual para decidir algún asunto taurino trascendente, siempre hay un invitado del que se olvidan, siempre el mismo ausente ¡El Aficionado! tanto la administración como los taurinos cometen el incesante error una y otra vez.

En plena crisis y bajo la amenaza de las prohibiciones, con un preocupante descenso de festejos taurinos y un aumento de la monotonía, me planteo hacer una comparación de dos espectáculos taurinos distintos: los festejos mayores y los populares. La mala salud de los primeros y la buena con la que gozan los otros, mientras unos van para abajo y están en caída libre, los otros en cambio lo hacen en sentido opuesto, para arriba. Ojo porque el dato más relevante ya no es sólo el número de festejos que se dan en uno y otro, si no la afluencia de espectadores: ¿nadie se ha parado a  pensar por qué?. Cuando analizas en profundidad este fenómeno, te das cuenta que aún estando arraigados ambos espectáculos y gozar de la estima de buena parte de aficionados, hay un matiz significativo. Detrás de los festejos populares hay todo un entramado de aficionados involucrados en su organización y mantenimiento, que son el sostén del espectáculo. Esta dedicación directa que le profesan, provoca un contacto y un acercamiento que no se da en los demás festejos mayores y modestamente en mi opinión, es la clave de su éxito. Son muchas las personas que declaran que las entradas son caras y que llegan a aburrirse en las corridas de toros, en cambio sí pagan y gustosamente cuando se trata de comprar un toro para venerar las fiestas de su pueblo. Recordar que el amor verdadero igual que la buena salud, surge en los momentos difíciles, ahí es donde se aprecia su verdadera dimensión.


Es necesaria una apuesta decidida por el futuro haciendo partícipes a los propios espectadores (asociaciones de abonados, federaciones, clubes, peñas, aficionados, etc.) Algo así como un menú a la carta en el que el empresario ofrezca su oferta al consumidor para que este elija el de su gusto. Los futuros reglamentos deben regular este marco, pues solo se nos menciona testimonialmente.

Muchos aficionados han manifestado su voluntad y disposición para trabajar y ofrecer su apoyo en este sentido. Hay que escuchar a los aficionados y tomar conciencia de que es necesario involucrarles. Se debe facultar de alguna manera para que los empresarios puedan confeccionar los carteles junto a los aficionados, tanto para elegir las ganaderías y los encastes, como el plantel de toreros.

Hay muchos asuntos que resolver sobre la mesa y mucho en juego como para que la administración y los propios taurinos miren hacia otro lado. Espero que tomen conciencia de que es necesario que en esta cabalgata vayamos todos de la mano y no cada uno por su cuenta.

Ya es hora del relevo.

03 noviembre 2014

A PROPÓSITO DE UNA SEMANA CULTURAL TAURINA (II): QUE VIENE MUZA -Y ELECCIONES- (A. Mechó)

A los alumnos les da la risa cuando les explicas de dónde viene aquello de: «o te portas bien, o vendrá a por ti el moro Muza». Les parece curioso que de todo lo que supuso la caída de los visigodos hispánicos a manos de los musulmanes comandados por Tarik y Muza, haya quedado prácticamente solo eso. Ya se tronchan cuando –a sabiendas de cómo son los jóvenes de hoy a vueltas con todo- alguien les quiera hacer creer que la frase podía llegar a asustar a alguien.

Nuestros políticos en cambio siguen haciendo miedo con “el moro Muza”. «Si nosotros no ganamos las elecciones, vendrá fulanito y te quitará esto y lo de más allá». Ahora está de moda extender el mantra de que hay partidos que llevan en su programa electoral eliminar las corridas de toros, y el ejemplo de que eso puede pasar, está en Cataluña. Más demagogia no cabe. Los políticos están tan perdidos en sus delirios de grandeza y corruptelas, que ya no saben por dónde escaparse de cornada segura. Por eso hay que resucitar al moro Muza; por cierto, eminente corrupto en la época, condenado a muerte por apropiación indebida y prevaricación, posteriormente indultado, y finalmente asesinado.

También salió esto en la tertulia de Nules: ¡que vienen los antitaurinos con poder político!. Pues bien; pero esto no es Cataluña. Aquí, a pesar de los esfuerzos de los eméritos taurinos, todavía no se ha arrasado con toda la afición a los toros, cosa que sí ocurrió con nuestros vecinos norteños. La Fiesta allí ya estaba muerta, la afición enterrada, y los empresarios del mundillo a expensas de sus compensaciones monetarias vía Diari Oficial de la Generalitat de Catalunya. Así prohíbe cualquier cosa hasta el más tonto de mi pueblo. ¿Alguien se cree de verdad el mantra de que algún partido podría prohibir los toros en Madrid?; ¿o els bous al carrer en Valencia?. Aún hay gente que parece que no entendió aquello de que los toros es una fiesta «que viene de prole en prole / y ni el Gobierno la abole / ni habrá nadie que la abola»; y mira que la coplilla lleva ya un siglo rodando desde que la sentenció Ricardo de la Vega: si viene de prole en prole, no hay quien la abola… ni quien siquiera le tosa.

Pero las elecciones están a la vuelta de la esquina. Y tiene que notarse. Y como en España o funciona el miedo, o funciona el subsidio, pues por qué no un poco de cada. El primero queda explicado arriba, y el segundo viene ahora.

Tras la nefasta ordenación de los festejos taurinos populares valencianos a través de sus diferentes reglamentos –tres distintos, más un par de correcciones y modificaciones, en dieciséis años-, el actual consejero del ramo ha anunciado nuevo texto –cuatro habrán, por tanto, en dieciséis años-. Por lo menos parece ser –al menos de palabra- que por fin se va a rectificar una de las dos medidas más nefastas que han contenido las distintas normas desde 1998: no se pueden realizar festejos sin un informe de tradicionalidad que avale su celebración. Siguiendo un ejemplo de la primera parte de este artículo, esto sería equivalente a que si a alguien se le ocurriera en un pueblo hacer un campeonato de fútbol, su admisión administrativa dependiera sine qua non de que ya se hubiera hecho otro con anterioridad, y que además pudiera ser demostrado; si no, prohibido jugar a fútbol. Convendrán conmigo que quien exigiera semejante premisa, o se le llamaría cazurro de campeonato o, lo que es mucho peor, malintencionado abyecto.

La cuestión es que dicho anuncio de rectificación, en cambio, ha ido acompañado de declaraciones previas muy bien dirigidas pero que, de llevarse a la práctica, supondrían otro hachazo para el buen camino dels bous al carrer. Según declaró el nuevo conceller, Sr. Santamaría, la Generalitat estaría elaborando un convenio para abrir la primera línea de crédito destinada a la Federación de Peñas de Bous al Carrer de la Comunidad Valenciana, incluyéndola dentro de los presupuestos autonómicos para 2015. ¿De verdad queremos vivir al abrigo de papá?; ¿de verdad queremos sacrificar la poca independencia que nos queda?. Si no ha tenido la administración bastante allanado el camino el último decenio asegurándose beneplácitos dentro del sector, solo faltaba ahora eso. Pero claro, ¿qué es lo que quedará?; pues tal mantra: que el partido de la administración no solo está por la Fiesta sino que, además, lo demuestra. Con dinero todo se demuestra.

Pero, ¿es así?. Con cuatro charlas, dos buenas palabras y unos subsidios, ¿de verdad podemos creer que es así en el fondo?. Solo basta un caso para demostrar que no.

También en la tertulia de Nules salió a relucir la posible reactivación de la petición de declaración dels bous al carrer como BIC (Bien de Interés Cultural). El primer intento se inició a principios de 2010 a instancias del propio gobierno valenciano, y fue el consejero del momento, Serafín Castellanos, el que aseguró que la declaración sería una realidad a finales del año siguiente. Casualmente, por si alguien no lo recuerda, justo a mitad camino entre una cosa y otra, hubo elecciones municipales y autonómicas; y por si alguien tampoco lo recuerda, aquello quedó en nada.

Habrá quién salga de inmediato a espetar que quedó en nada por culpa de factores exógenos, no por falta de ganas y compromiso del gobierno valenciano; pero tampoco cuela. Recordemos también que para que la declaración fuera una realidad, y siguiendo la Ley de Patrimonio Valenciano, eran preceptivos al menos dos informes positivos de las instituciones culturales más representativas, que son las que deben avalar la declaración de cualquier bien cultural como de especial interés. Quien conoce un mínimo este procedimiento en la Comunidad Valenciana sabe que esto es el abc, sabe por dónde hay que pasar, y sabe por dónde no se va a poder pasar. ¿Desconocía el gobierno antes de iniciar los trámites lo que iba a salir del Consell Valencià de Cultura, la Academia de San Carlos, la Universitat de València o la Universidad Católica?. Fue todo una auténtica pantomima; utilizando una expresión muy taurina: fue un evidente brindis al sol.

Podremos discutir sobre los estultos argumentos de las instituciones que negaron la declaración a los bous al carrer, como aquella irrisoria de la Academia de San Carlos que aseguraba que estos no tienen la suficiente «entidad cultural»; hablaron los clasistas. O el «apoyo social en decadencia», que argumentó la desprestigiada UV. O también podríamos discutir por qué era de cajón que la Católica diría el visto bueno. Pero lo indiscutiblemente recriminable al gobierno valenciano fue el papel que jugó el CVC, el órgano que prácticamente se convirtió en decisorio y donde, curiosamente, más peso tienen los políticos y la influencia gubernamental. Y ahí, incontrovertidamente, se sabía que también saldría un “no” o una abstención. En otras palabras: todos en el Consell, desde el principio, sabían que el resultado del expediente de declaración quedaría desierto. ¿Por qué entonces lo promovieron creando falsas expectativas?.

Como decíamos al principio, mientras hubo un moro Muza que daba miedo y venía a por los niños que se portaban mal, estos se mantenían tranquilos y hacían lo que querían sus mayores. La pregunta que debemos hacernos hoy es: ¿creemos aún en Muza?.

24 octubre 2014

A PROPÓSITO DE UNA SEMANA CULTURAL TAURINA (I): LAS ESCUELAS TAURINAS… DE RECORTADORES (A. Mechó)

El Club Taurino de Nules (Castellón) una vez más –aunque cambiado sus habituales fechas primaverales por las otoñales- celebró una interesante semana taurina con la programación de diversos eventos relacionados con la cultura del toro. Debates, encuentros, exposiciones… maridaron unos días de reflexión y homenaje -que también lo hubo- para el triunfador de la Magdalena 2014 y que, casualmente, hacía pocos días que había hecho de nuevo méritos al indultar el primer novillo en 250 años de historia de la zaragozana plaza de la Misericordia: Jonathan Varea. Una de estas jornadas se centró en la escuela taurina de Castellón y su nueva sección de escuela de recortadores, una iniciativa insólita en el panorama español y que si en algún sitio tenía que hacerse hueco, éste debía ser la provincia donde se celebran más festejos taurinos populares de toda España. Por otra parte, no por insólita, la iniciativa es baladí; muy al contrario, tiene cierto sentido tanto por el contexto ambiental que la promociona –ambiental en sentido antropológico- como por la personalidad de quién la promueve.

Tras ambas escuelas está José Pons, diputado de turismo de interior, pero también cabeza visible en Castellón sobre política taurina. Dice el de Vilafamés que no quiere colgarse medallas, pero obviamente los triunfos en la gestión de la escuela de la Plana el último trienio son mérito suyo. Nadie duda que hoy, dentro de lo controvertidas que son las escuelas taurinas en muchos aspectos (homogeneización del toreo, carencia de duende en los chavales, normalización de los defectos del toreo moderno…) a la vez se han convertido en imprescindibles por lo que a la práctica se refiere. La falta de capeas tradicionales unas veces, y las normativas constrictoras otras, han hecho imposible la práctica íntegra del toreo para los bisoños. Así pues, que en el yermo panorama festivo castellonense, una personalidad política apueste por la escuela y vaya trabajándose ayuntamiento a ayuntamiento para que promocionen novilladas sin picadores para los alumnos, es toda una medalla. Que los más aventajados de Castellón hayan podido gracias a ello torear esta temporada alrededor de 40 o 45 erales por barba, es un medallón. Y por cierto, le quitaré en algo la razón al amigo Pons, es mérito suyo, no de su partido; otros del mismo color por igual puesto pasaron y ninguna huella allí dejaron.

Otra cuestión es la idoneidad o no de una escuela de recortadores porque, obviamente, ésta no cumple las premisas que dieron origen a la primogénita. Y encima puede copiar todos sus males.

Cuando un chaval se acerca a una escuela taurina ordinaria no solo se acerca a una afición, lo hace también a una vía laboral para el mañana. La escuela, como por definición, educa, pero también –y a veces sobre todo- forma profesionalmente. Que los jóvenes encuentren un espacio para conocer a fondo los festejos populares es indudablemente un buen camino; que los conozcan y los traten, que los estudien y los entiendan, que los respeten y los hagan respectar. Ahora bien, que los jóvenes encuentren un espacio –una escuela- para aprender una práctica que no pueden practicar en unas ocasiones, y que a su vez no les asegure un futuro en otras… eso ya es más cuestionable.

En primer lugar cae en la ilógica por culpa del entramado administrativo que circunda els bous al carrer; un cinturón que aprieta y ahoga, que perjudica y pocas veces beneficia. Una escuela así, resulta que forma a recortadores que no pueden recortar, por cuanto hasta que no cumplen los 16 años no pueden ponerse ni delante de una inofensiva becerra. El reglamento lo prohíbe. ¿Qué dirían esos mismos políticos reglamentistas si se prohibieran las prácticas en las escuelas profesionales liberales?.

¡Ah!, y… ¡válganos si somos nosotros mismos los que empecemos a preguntarnos si esto de la edad es importante!. ¿Quién cuestiona que un aficionado al fútbol se forja dando patadas a un balón casi saliendo de la misma cuna?.

Y en segundo lugar porque la profesionalización de los festejos populares está aún lejos; lejos queda para poder vivir de ello. Por cierto, espero que no llegando nunca. Si por algo se define el festejo popular taurino precisamente es por la importancia de este aliciente; el festejo es del pueblo, no del profesional. La fama toreadora de los pedroromeros, pepehillos y paquiros llegó cuando estos se salieron del pueblo y se convirtieron en élite. Así, al igual que el resto de las artes, se institucionalizó la tauromaquia; unos son los protagonistas, otros meros espectadores.

Para finalizar, y enlazando con algo lanzado unas líneas más arriba, última cuestión: ¿la consolidación de una escuela de recortadores supondría, como en el resto de escuelas, la homogeneización, la desaparición masiva del duende y la extensión de los defectos del recorte moderno?.