Antonio.
Ahora, que ha pasado
un tiempo de tu adiós definitivo. Que yo he salido de mi letargo. Que antes de la
llegada de la primavera, ya se prepara y se respira la Feria de la Magdalena. En mi interior, mis arcos, pasillos, tendidos,
callejón y ruedo, sigue vivo el recuerdo de aquella tarde del día 8 de marzo de
1953. Que tu padrino de alternativa Julio Aparicio, siendo testigo Pedrés. Te
cedió la muerte, del toro negro de capa y de nombre Carvajal, con el número 54,
de la ganadería Francisco Chica.
Chenel.
La tarde no fue la que uno quiere para su alternativa. Pero
fue. Tu carrera, ha sido una mezcla de gloria, drama, cimas y olvido. Has
estado temporadas en lo más alto, otras inédito. Y a todo ello hay que unirle,
las cornadas y las lesiones, que no han sido pocas, tus retiradas, tus
reapariciones en diversas ocasiones. Pero siempre has sacado tu raza de torero.
Quién, no recuerda, la tarde del 15 de mayo de 1966, en la que realizaste
aquella faena magistral, a Atrevido, el famoso toro blanco de Osborne. En Las
Ventas.
Antoñete.
Has sido uno de los
grandes toreros del siglo XX. Te has caído muchas veces, de todas ellas te has
levantado sintiéndote aun más torero. Has resurgido siempre de tus cenizas.
Pero, no solo te jugabas la vida ante el toro. Tenías otro enemigo, que te ha
ganado la partida. Ese, que el 1 de junio de 2001, en Burgos, en su plaza de toros, que como yo tendrá algo que recordar de ti, te hizo perder el sentido.
Ibas vestido de luces, fuiste a la enfermería, pero no con una cornada. Has
tenido dos pasiones, el toro y el tabaco. Tu cuerpo pudo con el toro, pero no
así con lo otro.
Antonio Chenel “Antoñete”.
Esta Plaza de Toros
de Castellón, que un día te vio nacer como torero. Se siente orgullosa del
mito, la leyenda y el toreo singular, con la que modelaste tu vida. Y por ello
quiero despedirme de ti, como en su día dijo Cossío, “el aroma de mas de una de
sus actuaciones todavía es actualidad en el recuerdo de los aficionados”.
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