27 agosto 2015

LA LIDIA (BREVE HISTORIA DE UN CONCEPTO) Jorge V. Sáez

La definición de lidiar, del latín, litigāre, batallar, pelear con el toro incitándolo y esquivando sus acometidas hasta darle muerte. La lidia es el conjunto de acciones y suertes que se realizan con los toros en el ruedo de una plaza de toros, según unas normas regladas y ordenadas, desde que sale éste por el chiquero hasta que se le da muerte a estoque por un matador. A excepción que si se consideran lidiados, los toros indultados en las plazas de toros, y los jugados en Portugal aunque no se les de muerte.

No obstante aunque no se puede considerar lidiado al toro ni en las capeas, ni en las tientas ni en los festejos populares. Por razón del estudio del origen de las palabras mediante investigación de su significado original, este vocablo pudo sufrir cambios en el transcurso del tiempo, lo que se denomina evolución diacrónica. Inicialmente el concepto lidiar era mucho más amplio e impreciso que el actual. Analizando las primeras disposiciones jurídicas sobre fiestas de toros, observamos que diferencian vagamente los distintos espectáculos limitándose a la práctica de una serie de juegos y suertes difícilmente definibles, se habla entonces tan sólo de correr, lidiar y matar toros, como tres acciones distintas. Los Fueros, Ordenanzas y Acuerdos municipales recogen esos mismos términos y otros como garrochar, acanyissar, capear o alançar, sin precisar en qué consistían. Así por ejemplo Las Partidas de Alfonso X el Sabio, reflejan que en aquella época había diversas maneras de lidiar toros, una, la que llevaba a cabo el pueblo corriéndolos, por probar su fuerza, sobre las muchas variantes que se podían ensayar, y junto a ella, cuando lo hacían por dinero, es decir de forma semiprofesional. Por tanto el concepto lidia en aquel entonces se usaba indistintamente al referirse a una u otra modalidad.

El espectáculo continúa su proceso de evolución desde las primitivas corridas populares. Se trataría de festejos mixtos, en los cuales intervenían tanto lidiadores de a pie, que ejecutarían diversas suertes y recortes que no implicaban la muerte del animal, como otros ejecutando una lidia que sí supondría la muerte del toro mediante lanzada. Aunque todavía no estaban fijadas las leyes de la lidia poco a poco se iban consolidado algunas prácticas, como la muerte del toro. Respecto a las suertes, como ya vimos, en su etapa inicial del siglo XIII al XVI, la suerte central fue la lanzada, forma de lidiar que se distanciaba de las primitivas suertes aplicadas en los juegos taurinos populares.

Frente al concepto lúdico tradicional de la lidia basado en la técnica del salto, del regate y del quiebro, y cuya finalidad no estaba determinada por la muerte del animal, ahora adquiere mayor relevancia una nueva concepción de la lidia en la cual el toro es considerado un enemigo que para ser dominado requiere una estrategia adecuada, y en la que su muerte se convierte en la suerte más lucida y meritoria. Se hacían necesarias, pues, nuevas preceptivas que compendiaran, regularizadas, las experiencias de los lidiadores más habilidosos. Para conseguir ese fin, se estudian las condiciones y características de los toros, el manejo de la capa, el concepto de cargar la suerte, de los terrenos, se describen las suertes y se explica el uso de un nuevo instrumento para la lidia que es la muleta. Ya no era, pues, la encarnizada lidia con un bruto irracional, sino que se iba convirtiendo en un espectáculo donde las reglas del arte permitían el lucimiento de los diestros y el disfrute de los espectadores.


En el siglo XVIII, al afianzarse el toreo de a pie como espectáculo en plaza, los nuevos protagonistas de la fiesta, gentes de clase popular, también quisieron plasmar por escrito su concepto de la lidia y las reglas del nuevo espectáculo. Siguiendo el ejemplo de las anteriores reglamentaciones, intentaron ofrecer un modelo unificado y ordenado de espectáculo. Así José Delgado Pepe Hillo, en el Alfabeto de las voces y expresiones de la Tauromaquia ya define la lidia de una manera más precisa anotando que en las plazas, es el acto de jugar los toros, sobre unas reglas que lo argumentan como arte y dejarlo en posición de recibir la muerte en lo que debía ser su último acto. Con lo que se intenta corregir y separar la voz de aquella otra acepción que quedaba tras la expresión de correr los toros en el enfrentamiento hecho por los matatoros o el pueblo.

Como vemos el sentido caracterizado de este término evoluciona, asumiendo diversos matices en su significación. Por lo menos hasta finales del siglo XIII, e incluso desde el siglo anterior, el concepto de lidia se apoyó en el del juego entendido este como entretenimiento y diversión.

Algunas opiniones de escritores taurinos más recientes, coinciden en que la lidia es el acto de jugar los toros en plaza (Sánchez Neira y Pepe-Hillo) o el conjunto de suertes que se practican con él desde que sale del toril hasta que se arrastra (Silva de Aramburu y Cossío). Marceliano Ortiz Blasco, en Iniciación al arte del toreo, es cierto que todo lo que se realiza con el toro fuera del redondel no se le considera lidia, se llama faena, brega, trabajo, tienta, juego, suelta, exhibición. Gómez Pin en El culto al toro, diferencia los actos de culto (corrida de toros) de los actos lúdicos (festejos populares). En la lidia impera el orden (reglamentación) del toreo individual. Y el desorden (improvisación) en el toreo colectivo de las capeas y festejos populares.


Ateniéndonos a las actuales Reglamentaciones tanto nacionales como Autonómicas y las reguladoras de los festejos populares, los distintos espectáculos taurinos claramente quedan diferenciados los de lidia ordinaria, respecto a los de suelta de toros para fomento y recreo de la afición al que no lo consideran lidia.

Otro aspecto de la lidia del toro en la plaza respecto a la suelta del toro en la calle lo tenemos al referirnos al comportamiento del toro, especificando si se ha lidiado bien o mal y cual ha sido el resultado de la lidia. En los festejos populares y capeas hemos de hablar de buen resultado, buena exhibición, buena suelta o buen juego, nunca de buena o mala lidia. El toro da buen, regular o mal juego, y se le hace una buena, regular o mala lidia. No es correcto expresar que tal o cual toro ha dado buena lidia, en cualquier caso la lidia la realizan los lidiadores no el toro.

Como conclusión, así el viejo concepto de lidiar, mucho más ambiguo que el moderno y así, aunque en un principio la lidia de toros adquirió la doble condición de jugar los toros por el pueblo, donde lidiar se asemejaba a correr al toro pudiendo ser con o sin muerte, pasa más adelante a amparar el hecho de la nueva práctica, llevada a cabo ya por los toreros profesionales, que lo hacían bajo unas normas perfectamente definidas que se fueron imponiendo y dónde indefectiblemente se da muerte al toro.