16 febrero 2015

LA INFLUENCIA DE LAS FINCAS DE CEBADERO EN EL COMPORTAMIENTO DEL TORO. II PARTE (Jorge V. Sáez)

En la amplitud del campo, el toro vive casi en casi plena libertad, come, pasea, hace deporte, dónde la vida es alegre, plácida llena de felicitad y a veces de disputa. También establecen sus jerarquías y se pelean con sus congéneres, y aunque peligrosas porque provocan bajas, tienen su parte positiva, ya que el toro aprende a luchar, se entrena echando un pulso a sus semejantes y haciendo ejercicio de patas y morrillo, teniendo a veces que huir y someterse a la ley del más fuerte, todo esto sucede porque dispone de espacios amplios, porque entre cuatro paredes, el sumiso, no puede huir, el vencedor no puede explayarse, en definitiva no puede desarrollar su propia personalidad como toro bravo, se le ablandan sus pezuñas, y lo que es peor, también su carácter, cambia su signo, y el comportamiento del toro pierde imprevisibilidad. En las fincas de cebadero está el toro demasiado manoseado, come a mesa y mantel y se pone gordo, porque lo importante de un toro no es el peso, es el trapío. Lo es también y mucho, su condición interior, es decir su carácter, su temperamento y su bravura, en definitiva se compromete su futuro desarrollo. No me vale que me digan los tratantes de ganado de cebadero, que los toros solo viven en corrales en la fase final de su vida, porque olvidan que esa etapa, es crucial y decisiva para su desarrollo, ya que su cercanía al día de su lidia o exhibición en la calle le condicionará sobremanera. Si me permiten un ejemplo, es como si ustedes, habiendo vivido toda su vida en su casa como reyes, con su tierra, su familia y sus gentes, llega un día en que le obligan al exilio, a ir a un país desconocido, una tierra que no es tuya, unas gentes, una cultura y un idioma que no conoces, es decir, te lo quitan todo, es como “vivir sin vivir” en una desdichada nueva subsistencia.

Insisto, en que el toro para poder desarrollar correctamente su instinto, necesita vivir tranquilo en el campo, sin injerencias del hombre, y cuanto menos manoseado mejor y como es lógico, entre cuatro paredes de una finca de cebadero esto no es posible, pero ¿que pasa?, que el toro en plena libertad, comiendo por el campo y haciendo ejercicio no engorda, no coge los kilos tan rápido y cuando los “ganaduros y cebadores” cayeron en la cuenta dijeron ¡un cuerno! el toro al corral y a engordar, que el pienso es caro y no estamos para tirarlo, y que ocurrió después, pues que el toro perdió ese SELLO ESPECIAL de antes, sin libertad, sin disputas por el careo, ni el descansadero, ni el sesteo, sin apetencias territoriales de dominio, se limitan a comer, beber y estercolar como “borregos de granja”, en definitiva no tienen ganas de embestir, ni querer coger a su enemigo, ni correr, ni pelearse con nadie, y cuando salen a la calle o a la plaza, se ahogan rápidamente, ¡manda huevos! y después nos quejamos.

Digamos a modo de resumen, que la receta clásica es clara y simple y es la que debiera aplicarse y se resume en, seleccionar bravura, vida y comida natural al aire libre, espacios abiertos, poco manoseo y cuatro años cumplidos. Siempre es mejor lo natural que lo artificial o por lo menos a mi así me lo parece. Así que tomen nota, peñas, ayuntamientos y comisiones de fiestas, que si queréis toros de verdad ir al CAMPO CAMPO de verdad, al ganadero que tiene vacas de vientre, que críe él sus toros de sus propias vacas, y nadie más que él, es el verdadero representante del ese TORO que con tanta ilusión esperáis. Que nadie dice que la crianza tradicional sea fácil, pero desde luego, infinitamente mejor que el criarlos en las malditas fincas de cebadero, que para mí, son un VERDADERO DISPARATE, dónde cuestiono el correcto desarrollo psicosomático del toro bravo.

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